Sin embargo, pregunte hoy lo que significa y probablemente va a recibir una variedad de respuestas, aun de aquellos que se identifican con este sello.
Para algunos, ser «cristiano» es primariamente cultural y tradicional, un título nominal heredado de una generación previa, el efecto neto que implica evitar ciertos comportamientos y asistir ocasionalmente a la iglesia.
Para otros, ser cristiano es principalmente algo político, una búsqueda para defender valores morales en la plaza pública o quizá para preservar aquellos valores por medio del distanciamiento en general de la plaza pública.
No obstante, muchos definen el cristianismo en términos de una experiencia religiosa pasada, una creencia general en Jesús o un deseo por ser una persona buena. Sin embargo, todo esto cae lamentablemente muy por debajo de lo que realmente significa ser cristiano desde la perspectiva bíblica. Es interesante ver que a los seguidores de Jesucristo no se les llamó «cristianos» hasta después de diez o quince años del inicio de la iglesia.
Antes de ese tiempo, a ellos sencillamente se les conocía como discípulos, hermanos, creyentes, santos y seguidores del Camino (título derivado de la referencia de Cristo a sí mismo en Juan14.6, como «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida»).
De acuerdo con Hechos 11.26, fue en Antioquía de Siria que «a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez» y desde entonces les quedó el mote. Inicialmente el nombre lo acuñaron los incrédulos, como un intento por ridiculizar a aquellos que seguían a un Cristo crucificado.
Sin embargo, lo que comenzó como un ridículo pronto se convirtió en una insignia de honor. Que a alguien le llamaran «cristiano» (en griego, Christianoi) era que le identificaban como discípulo de Jesucristo y lo asociaban con Él como su seguidor.
De modo similar, los de la familia de César se referirían a ellos mismos como Kaisarianoi («aquellos de César») con el objetivo de mostrar su lealtad profunda al emperador romano. A diferencia de los Kaisarianoi, los cristianos, en cambio, no daban su lealtad suprema a Roma o a cualquier otro poder terrenal sino que toda su dedicación y adoración estaban solamente reservadas para Jesucristo.
Por esto, ser cristiano, en el sentido real del término, es ser seguidor incondicional de Cristo. Como dijo el mismo Señor en Juan 10.27: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen»
El nombre sugiere mucho más que una asociación superficial con Cristo. En lugar de ello, demanda un afecto profundo por Él, lealtad a Él y sumisión a su palabra. En el aposento alto, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15.14).
Antes dijo a las multitudes que se agrupaban para escucharlo: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos» (Juan 8.31); y en otro lugar: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9.23; cp. Juan 12.26).
Cuando nosotros mismos nos llamamos cristianos, proclamamos al mundo que todo sobre nosotros, incluyendo nuestra identidad personal misma, se cimenta en Jesucristo porque nos hemos negado a nosotros mismos para seguirlo y obedecerlo. Él es tanto nuestro Salvador como nuestro Soberano y nuestras vidas se centran en agradarlo a Él.
Profesar el título es decir con el apóstol Pablo: «Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Filipenses 1.21).
Una palabra que cambia todo
Desde su aparición en Antioquía, el término cristiano se ha convertido en el sello predominante de aquellos que siguen a Jesús.
Es una designación apropiada, pues se enfoca justamente en el protagonista principal de nuestra fe: Jesucristo.
A pesar de eso irónicamente, la palabra misma solo aparece tres veces en el Nuevo Testamento; dos en el libro de los Hechos y una en 1 Pedro 4.16.
En adición al nombre cristiano, la Biblia utiliza una serie de otros términos para identificar a los seguidores de Jesús.
- La Escritura nos describe como forasteros y extranjeros de Dios,
- ciudadanos del cielo
- y luces para el mundo.
- Nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Cristo
- miembros de su cuerpo
- ovejas de su rebaño
- embajadores a su servicio
- y amigos alrededor de su mesa.
- Se nos llama a competir como atletas,
- a luchar como soldados,
- a permanecer como ramas en una vid
- y hasta a desear su palabra como los niños recién nacidos anhelan la leche.
Es la imagen de un esclavo.
Una y otra vez a través de las páginas de la Escritura, se hace referencia a los creyentes como esclavos de Dios y esclavos de Cristo. De hecho, considerando que el mundo exterior los llamó «cristianos», los primeros creyentes reiteradamente se referían a sí mismos en el Nuevo Testamento como los esclavos del Señor. Para ellos ambas ideas eran sinónimas. Ser cristiano era ser esclavo de Cristo.
- La palabra hebrea para esclavo, ‘ebed, puede significar una esclavitud literal a un amo humano. Sin embargo, también se usa (más de 250 veces), para describir metafóricamente a creyentes, denotando su deber y privilegio de obedecer al Señor celestial. El uso en el Nuevo Testamento de la palabra griega, doulos, es similar. Esta también puede referirse a la esclavitud física. Sin embargo, solo se aplica, al menos 40 veces, a creyentes denotando su relación con el Amo divino (cp. Murray J. Harris, Slave of Christ [Esclavo de Cristo] [Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999], pp. 20–24). Unos 30 pasajes más del NT utilizan el lenguaje de doulos para enseñar verdades sobre la vida cristiana.
- "Esclavos del Señor" - Romanos 1.1; 1 Corintios 7.22; Gálatas 1.10; Efesios 6.6; Filipenses 1.1; Colosenses 4.12; Tito 1.1; Santiago 1.1; 1 Pedro 2.16; 2 Pedro 1.1; Judas 1 y Apocalipsis 1.1
- De acuerdo con la International Standard Bible Encyclopedia (en lo sucesivo referido como ISBE), algunos comentaristas han propuesto que el término «cristiano» literalmente significa «esclavo de Cristo». Por ejemplo: «Deissmann (Lict vom Osten, 286) propone que cristiano quiere decir esclavo de Cristo, así como cesáreo significa esclavo de César» ( John Dickie, «Cristiano» en James Orr, ed., ISBE [Chicago: Howard-Severance Company, 1915], I:622).
La historia de los mártires confirma que esto es precisamente lo que ellos quisieron decir cuando declararon a sus perseguidores: «Yo soy cristiano».
Las autoridades romanas, por ejemplo, encarcelaron y torturaron a un joven llamado Apphianus. Durante todo su juicio, él solo habría de responder que era esclavo de Cristo.
Por tanto, se le sentenció finalmente a muerte y murió ahogado en el mar. Su lealtad al Señor nunca flaqueó.
Otros de los primeros mártires respondieron de manera similar: «Si consentían en ampliar sus respuestas, el asombro de los magistrados se hacía mayor, pues parecían hablar enigmas insolubles. “Yo soy esclavo de Cesar”, decían, “pero un cristiano que ha recibido su libertad de Cristo mismo”, o viceversa, “soy un hombre libre, esclavo de Cristo”.
Por esto, a veces ocurría que era necesario buscar al oficial apropiado (el curator civitatis) para constatar la verdad sobre su condición civil». Sin embargo, lo que probaba ser confuso para las autoridades romanas tenía sentido perfecto para los mártires de la iglesia primitiva.
Su identidad propia se había redefinido radicalmente por el evangelio.
Ya fueran libres o esclavos en esta vida, a todos ellos se les había liberado del pecado; por tanto, al ser comprados por precio, todos habían llegado a ser esclavos de Cristo. Eso es lo que significa ser un cristiano.
El Nuevo Testamento refleja esta perspectiva, ordenando a los creyentes a someterse a Cristo completamente y no solo como siervos contratados o empleados espirituales, sino como quienes pertenecen por entero a Él. Se nos pide obedecerlo sin preguntas y seguirlo sin reclamos. Jesucristo es nuestro Amo, un hecho que reconocemos cada vez que lo llamamos «Señor». Somos sus esclavos, llamados para obedecerlo y honrarlo humilde e incondicionalmente.
Hoy en las iglesias no escuchamos mucho acerca de este concepto. En el cristianismo contemporáneo se habla de cualquiera cosa menos de la terminología esclavo. Se habla del éxito, de la salud, de la riqueza de la prosperidad y de la búsqueda de la felicidad. Con frecuencia escuchamos que Dios ama a las personas incondicionalmente y quiere que sean todo lo que ellos quieren ser, que quiere que cumplan cada deseo, esperanza o sueño.
La ambición personal, la realización personal, la gratificación personal, todo esto ha llegado a ser parte del lenguaje del cristianismo evangélico, y parte de lo que significa tener una «relación personal con Jesucristo».
En lugar de enseñar el evangelio del Nuevo Testamento, donde se llama a los pecadores a someterse a Cristo, el mensaje contemporáneo es exactamente lo opuesto: Jesús está aquí para cumplir todos tus deseos. Equiparándolo a un ayudante personal o a un entrenador particular, muchos asistentes a las iglesias hablan de un Salvador personal que está deseoso de cumplir sus peticiones y ayudarlos en sus esfuerzos de autosatisfacción o logros personales.
La comprensión del Nuevo Testamento acerca de la relación del creyente con Cristo no podría ser más opuesta.
Él es el Amo y Dueño. Nosotros somos su posesión. Él es el Rey, el Señor y el Hijo de Dios. Nosotros somos sus objetos y sus subordinados. En una palabra, nosotros somos sus esclavos
Perdido en la traducción
La descripción bíblica que prevalece sobre la relación del cristiano con Jesucristo es la de esclavo-amo. No obstante no la verá si hace una lectura superficial a través de su Nuevo Testamento en español.
La razón de ello es tan simple como chocante: en casi todas las versiones al español la palabra griega para esclavo ha sido encubierta por una traducción incorrecta.
Vayamos tanto a la versión Reina-Valera Revisada 1960 como a la de 1909 que la precedió.
Aunque la palabra esclavo (doulos en griego) aparece 124 veces en el texto original, solo una vez está correctamente traducida en la versión Reina-Valera de 1960.
- Según Harris, «esta palabra [doulos] aparece 124 veces en el Nuevo Testamento y su forma compuesta syndoulos (“esclavo-compañero”) diez veces» (Slave of Christ, p. 183). La forma verbal también aparece ocho veces más.
Muchas de nuestras traducciones modernas apenas lo hacen un poco mejor. Casi pareciera una conspiración. En vez de traducir doulos como «esclavo», las traducciones coherentemente usan en su lugar la palabra siervo.
- Dos excepciones de esto son E. J. Goodspeed, The New Testament: An American Translation (1923) y la Holman Christian Standard Version (2004), las cuales traducen de manera coherente doulos como «slave» en inglés («esclavo» en español).
Irónicamente, el idioma griego tiene al menos media docena de palabras que pueden significar siervo. La palabra doulos no es una de ellas. Siempre que se utiliza, tanto en el Nuevo Testamento como en la literatura secular griega, significa esclavo solamente.
Atendiendo al Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario Teológico del Nuevo Testamento], la autoridad principal en cuanto al significado de los términos griegos en la Escritura, la palabra doulos se utiliza exclusivamente «ya sea para describir el estatus de un esclavo o una actitud que se corresponde con la de un esclavo».Tal diccionario continúa haciendo notar que el significado es tan inequívoco y tan autónomo que es superfluo dar ejemplos de términos individuales o trazar la historia del grupo... [El] énfasis aquí siempre está en «sirviendo como esclavo». Por consiguiente, tenemos un servicio que no es una cuestión de opción para aquel que lo hace, el cual tiene que realizarlo sea que le guste o no, pues está sujeto como esclavo a una voluntad ajena, la de su dueño. [El término acentúa] la dependencia del esclavo a su señor.
Aunque es cierto que las obligaciones de esclavo y sirviente podrían solaparse en algún grado, hay una distinción crucial entre las dos: los sirvientes se contratan; los esclavos se poseen.
- Tal como Walter S. Wurzburger explica: «Ser esclavo de Dios... implica más que ser meramente su siervo. Los siervos mantienen su estado de independencia. Ellos solamente tienen tareas específicas y responsabilidades limitadas. Los esclavos, por su parte, no tienen derechos respecto a sus dueños, pues se estiman propiedad de estos» (God Is Proof Enough [Nueva York: Devora Publishing, 2000], p. 37).
Los sirvientes tienen un elemento de libertad al elegir para quién trabajan y qué hacen. La idea de servidumbre mantiene cierto nivel de autonomía propia y derechos personales. Los esclavos, por su parte, no tienen ni libertad, ni autonomía, ni derechos. En el mundo grecorromano, a los esclavos se les consideraba propiedad, al punto que a los ojos de la ley se les veía como cosas en lugar de como personas.
- Al hablar de la esclavitud romana en particular, Yvon Thébert destacó que el esclavo «se equiparaba en su función y era para su amo lo que el buey para el hombre pobre: un objeto animal que poseía. La misma idea es una constante en la ley romana, en la que con frecuencia se asocia la esclavitud con otras partes de un patrimonio, vendido bajo las mismas reglas que gobernaban la transferencia de una parcela de tierra o incluidos con herramientas o animales en un legado. Ante todo él era un objeto, un res mobilis. A diferencia del asalariado, no se hacía distinción entre su persona y su labor» («El esclavo», pp. 138–74 en Andrea Giardina, ed., The Romans [Chicago: University of Chicago, 1993], p. 139).
Ser el esclavo de alguien era ser su posesión, atado a obedecer su voluntad sin dudar ni argumentar.
- . John J. Pilch, en «Slave, Slavery, Bond, Bondage, Oppression», en Donald E. Gowan, ed., Westminster Theological Wordbook of the Bible (Louisville, KY: Westminster Juan Knox Press, 2003), p. 472, señala que «el sustantivo griego doulos es un subdominio del campo semántico “control, regla” y describe a alguien a quien alguien o algo controla completamente».
Entonces, ¿por qué las traducciones modernas coherentemente tradujeron incorrectamente doulos cuando su significado en griego es inequívoco?
Hay al menos dos respuestas a esta pregunta.
Primero, dados los estigmas conectados a la esclavitud en la sociedad occidental, los traductores comprensiblemente habrían querido evitar cualquier asociación entre la enseñanza bíblica y la trata de esclavos del Imperio Inglés y la era colonial.
Para el lector promedio, hoy la palabra esclavo no evoca imágenes de la sociedad grecorromana, más bien representa un sistema injusto de opresión que finalmente terminó por medio de la ley parlamentaria en Inglaterra y de la guerra civil en Estados Unidos. Con el objetivo de evitar ambas confusiones potenciales y las imágenes negativas, los traductores modernos han remplazado el vocablo esclavo con el término siervo.
Segundo, desde una perspectiva histórica, a finales de la época medieval era común traducir doulos con la palabra servus del latín. Algunas de las traducciones más antiguas al español, influenciadas por la versión latina de la Biblia, traducían doulos como «siervo», pues era una traducción más natural de servus.
En adición a esto, el término esclavo en la Inglaterra del siglo dieciséis generalmente representaba a alguien en cadenas físicas o en prisión. Ya que esto es muy diferente de la idea grecorromana de esclavitud, los traductores de las primeras versiones al español optaron por una palabra con la que sentían mejor representada la esclavitud grecorromana en su cultura.
Esa palabra fue siervo.
Estas primeras traducciones continúan teniendo un impacto significativo en las versiones modernas en español.
- Para una mirada fascinante a la reticencia de los traductores antiguos de la Biblia en traducir doulos como «esclavo» vea Edwin Yamauchi, «Slaves of God», Bulletin of the Evangelical Theological Society 9/1 (invierno 1966): pp. 31–49. Yamauchi muestra que a finales del siglo trece, «la esclavitud desapareció del noroeste de Europa ... por tanto, el hombre inglés del siglo diecisiete conoció la esclavitud, por lo menos al principio de ese siglo, no como una institución íntima y aceptada, sino más bien como un fenómeno remoto» (p. 41). El concepto de ellos acerca de un «siervo» se había formado a partir de su concepto de servidumbre, un tipo de sujeción en la cual se sometía al jornalero a la tierra que trabajaba. Aunque estaba obligado al hacendado, sus servicios solo se podían vender cuando la tierra misma se vendía. En contraste, «la esclavitud» evocaba en sus mentes «el caso extremo de un cautivo con grilletes» (p. 41), una imagen de crueldad que comprensiblemente ellos quisieron evitar pero, al hacerlo así, disminuyeron sin querer la fuerza de las expresiones bíblicas exactas. En palabras de Yamauchi: «Si mantenemos en mente lo que la “esclavitud” significaba para los antiguos y no lo que significa para nosotros o para los teóricos del siglo diecisiete, de seguro ganaremos un entendimiento elevado de muchos pasajes del Nuevo Testamento» (p. 43). Vea también Harris, Slave of Christ, p. 184.
No obstante, cualquiera que sea el razonamiento detrás del cambio, algo significativo se pierde en la traducción cuando doulos se interpreta como «siervo» en lugar de «esclavo». El evangelio no es una simple invitación a ser un asociado de Cristo; es un mandato a convertirse en su esclavo.
TOMADO DEL LIBRO: "ESCLAVOS"
Título en inglés: Slave © 2010 por John MacArthur Publicado por Thomas Nelson, Inc. Publicado en asociación con la agencia literaria de Wolgemuth & Associates, Inc. «Desatando la verdad de Dios un versículo a la vez» es una marca registrada de Gracia a Vosotros..