miércoles, 9 de febrero de 2022

“Diez razones para plantar una nueva iglesia” (Pierre Philippe)

 Diez razones para plantar una nueva iglesia

(Pierre Philippe)

Soy tu hermano Pierre Philippe y compartiré contigo algo de mi testi- monio relacionado con el establecimiento de nuevas iglesias.

Conocí a Cristo en octubre de 1975 en el batey “Contador” de la República Dominicana. Un batey es una pequeña aldea alejada de la civilización, donde residen personas que vienen de Haití para trabajar en el corte de la caña de azúcar. En un batey no hay energía eléctrica, hospita- les, escuelas ni ningún tipo de servicios básicos. Allí se vive en condicio- nes infrahumanas.

En el batey “Contador” había una pequeña capilla de las Asambleas de Dios. Un día en que por estar lejos de mi familia me encontraba desesperado y solo, entré a esa pequeña iglesia. Allí escuché la Palabra de Dios, el Señor llegó a mi vida, me salvó y me cambió.

Después de un tiempo de andar en los caminos del Señor me alejé y, de alguna manera, volví a lo que había sido antes; sin embargo, la gracia de Dios no me abandonó. Debido a que mi situación económica se puso muy difícil, decidí irme a otro batey con la esperanza que las cosas mejorarían. Allí había una pequeña capilla de la Iglesia Cristiana Reformada. Me acerqué a ella y para la gloria de Dios me reconcilié con el Señor, reconciliación que permanece hasta el día de hoy.

La presencia de una iglesia en estos lugares permitió que yo fuera alcanzado con el mensaje de salvación. De ahí la razón por la que salimos a fundar nuevas congregaciones doquiera se pudiera, sin importar lo apar- tado del lugar. Los que han de ser salvos oirán la voz del Señor a través de la iglesia y entrarán a formar parte de ella.

Algunas razones por las cuales debemos fundar nuevas iglesias:

1. La iglesia deja entrar a todos los pecadores, sin distinción

Los hermanos de esa pequeña iglesia no solo aceptaron mi condición de pecador, sino que no se fijaron en mis harapos y en mi falta de calzado. A pesar de la discriminación que existe en la República Dominicana hacia los haitianos —y a que ellos estaban muy bien vestidos— y la mayoría eran nacionales, no dudaron en invitarme a formar parte de la iglesia después que hube aceptado a Cristo como mi Salvador.

¿Por qué se comportaron así conmigo? Porque la Iglesia de Jesucristo no hace acepción de personas ni por raza, color o condición económica. Porque Jesucristo, que es la cabeza de la Iglesia, abre sus brazos a todos los sedientos y cansados. En el mundo, en cambio, las puertas se abren de par en par a los que tienen mucho dinero y poder. Las puertas de la Iglesia de Jesucristo, en cambio, están abiertas a todos, incluyendo a aquellos a quienes nadie quiere servir.}

2. Es más fácil ministrar a la gente si la nueva iglesia está cerca de la comunidad que quiere alcanzar

En mi caso, la iglesia estaba muy cerca de donde yo vivía, por lo que no tenía que gastar en transporte ni viajar lejos. Si ese hubiere sido el caso, probablemente el evangelio nunca me habría alcanzado. Cuando la iglesia está cerca de donde vive la gente, regularmente está hecha al estilo de las personas que residen allí y está en ese lugar para ellos.

Las nuevas congregaciones son más flexibles y adaptables a las necesidades de la comunidad. Las personas que las forman están más dispuestas a invertir sus fuerzas, tiempo y dinero porque entienden que esa es “su” iglesia. Las nuevas iglesias están hechas al estilo de la gente que las componen. La infraestructura es diseñada por la gente de esa comunidad, que se siente orgullosa de su templo.

3. La iglesia trae a los perdidos a los pies de Jesucristo

Yo era un abandonado y un solitario. En aquel batey a nadie le importaba dónde vivía. Sin embargo, inmediatamente que me acerqué a la iglesia fui invitado a formar parte de ella. Desde ese momento y hasta el día de hoy, la soledad se apartó de mí, porque tengo a Jesucristo en mi corazón y Él me acompaña todos los días de mi vida dondequiera que voy. Para los que están lejos de la gracia de Dios, la iglesia son las manos y la boca de Jesucristo para llamar y traer a los perdidos a sus pies.

Así que una vez comencé una iglesia en otro batey. Con el pasar del tiempo, mucha gente se mudó allí. Recientemente lo visité y me di cuenta que ya no es un batey sino una villa, un pueblito. Me quedé sorprendido al ver que ahora tiene calles, aceras y hay un plan en marcha de construcción de casas más modernas hechas por el gobierno. La iglesia también ha crecido. No solo eso, sino que ha comenzado otras dos congregaciones.

Otra sorpresa que tuve fue que la mayoría de la gente de la congregación me era completamente desconocida. La gran mayoría es juventud y gente nueva. El pastor tuvo que decir quién era yo porque no conocía a nadie. Esta iglesia la comenzamos en 1984, hace exactamente veinte años. En 1992 salí de la comunidad para ir a establecer la iglesia que estoy pastoreando actualmente. ¡Qué gozo ha sido ver, después de un largo tiempo, los frutos de un arduo trabajo junto a mi familia en esa comunidad!

4. Nuevas iglesias para nuevas generaciones

Si no establecemos nuevas iglesias no podremos alcanzar al mundo con el evangelio. Debido a que la sociedad no es estática, cada nueva generación llega con un estilo diferente. Por lo tanto, las nuevas iglesias que se inicien deberán ser diseñadas para alcanzar a la gente de su gene- ración porque es muy difícil cambiar una iglesia que fue diseñada para una sociedad de hace cincuenta años y hacerla acorde con la sociedad de hoy; es más fácil que la nueva iglesia esté orientada a alcanzar a la gente de su generación.

Cuando hablamos de iglesia nueva para gente nueva no estamos hablando de algo diferente. No olvidemos que existe una diferencia entre función y forma. La función de la iglesia sigue siendo la misma, pero la forma en que se proyecta a la comunidad a la que quiere alcanzar puede ser muy diferente. Nuevas generaciones pueden necesitar nuevas formas.

Cuando hace veintinueve años me integré a la iglesia, la forma de adorar era muy distinta a lo que es ahora, aunque las funciones siguen siendo las mismas. ¡Cuántos de nosotros cantábamos con emoción los himnos del Himnario de Gloria! Hoy día, la adoración es muy diferente, pero la gente sigue adorando a Dios con igual o más fervor.

Cuando llegaba a las comunidades que Dios me había señalado, comenzaba a visitar a las personas y a hablarles del amor de Dios. Los que aceptaban a Cristo eran de inmediato invitados a un estudio bíblico donde se les instruía en la Palabra. Después de eso se procedía a bautizarlos. Los primeros en bautizarse eran los discípulos o líderes. Estos se acoplaban fácilmente a la visión de la iglesia.

Una de las grandes dificultades con la que siempre tengo que enfrentarme la constituyen aquellos que se añaden a la iglesia después de haber sido miembros de otras congregaciones. Muchos de ellos llegan con malas costumbres y con frecuencia se rebelan contra la autoridad de sus nuevos líderes. Esto se hace más complicado debido a que nuestra denominación está conformada por inmigrantes haitianos provenientes de diferentes denominaciones en su país de origen. Al unirse a la iglesia, se hace difícil conducirlos. Por eso, los nuevos líderes han sido entrenados por el iniciador de la iglesia nueva para que estén mejor dispuestos a hacer cosas nuevas que ayuden a la iglesia a crecer. Los nuevos líderes o discípulos se comprometen más con la iglesia naciente. Se sienten parte del éxito y del fracaso de esta nueva congregación

5. La iglesia reconcilia la gente consigo misma, con Dios y con su prójimo

Conozco muchas comunidades donde la única institución organizada que existe es la iglesia. Es el único lugar donde la gente se congrega y canta y alaba a Dios. Cuando alguien que no tiene a nadie que vele por él se enferma, los hermanos de la iglesia lo llevan al hospital. Y si se da el caso que fallezca, se encargan de sepultarlo. La iglesia es un lugar donde se predica y se exige el amor al prójimo y al desamparado.

Cuántas personas violentas hay a las que antes no se les podía ha- blar. Debido a su carácter explosivo, se las respetaba pero al mismo tiempo se las odiaba. Pero una vez que llegaron al conocimiento de la Palabra de Dios y nacieron de nuevo fueron completamente otras personas. Se gana- ron la confianza de la gente de su comunidad. Y la gente explica el cambio así: “Antes era un amargado, pero ahora es cristiano. Ya no es el mismo”.

En la iglesia aprendemos que la Palabra de Dios nos habla de nuestra condición pecaminosa y de nuestra enemistad con Dios. Y también aprendemos que por medio del sacrificio de Cristo hemos sido reconciliados con Dios. El apóstol Pablo nos dice: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Todo eso proviene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: Esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encar- gándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación” (2 Corintios 5:17-19).

6. La iglesia es una bendición para el pueblo y la comunidad

Esta aseveración nos lleva inmediatamente a la antigüedad. Cuando decimos que la iglesia es una bendición para el pueblo y la comunidad recordamos dos grandes hechos bíblicos: Uno es el diluvio y, el otro, la destrucción de Sodoma y Gomorra. Observamos un comportamiento similar de parte de Dios frente a estos dos grandes acontecimientos. Dios quiso destruir la tierra y comunicó su plan a su pequeña iglesia que consistía de Noé y su familia. Les dijo lo que iba a pasar y lo que tenían que hacer. La gente de ese tiempo no creyó, hasta que llegó el diluvio. Porque creyeron, Noé y su familia se salvaron.

Antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, Dios se acordó de su promesa a Abraham (Génesis 18:17-19) y dijo: “No puedo encubrir esto a Abraham”. Así es que le reveló su plan de destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Abraham y su familia se salvaron, excepto la mujer de Lot que, por su incredulidad, quedó convertida en una estatua de sal.

Estos dos grandes acontecimientos confirman que la iglesia es una bendición para la comunidad. Su presencia aparta la ira de Dios. Recuerda que si Abraham hubiese encontrado solo diez personas que hicieran la voluntad de Dios, Dios no habría destruido las ciudades. Pero no hubo ni siquiera diez. Solo Abraham y su familia. Dios entonces ordenó a Abraham que saliera de la ciudad.

En cada uno de estos dos hechos hubo destrucción severa y casi total; pero la pequeña iglesia se salvó. Entonces, vale la pena que si amamos la ciudad o el lugar al que pertenecemos o vive gente que amamos, ayudemos a establecer una nueva iglesia para que la gente pueda gozar de la presencia de Dios y su bendición.

A decir verdad, la Iglesia es lo único que no será destruido. Más bien, está siendo guardada sin mancha y sin arruga hasta la venida del Señor. Y será glorificada junto con Él.

7. La iglesia asegura la proclamación continua de la Palabra de Dios y la transformación duradera

Muchas veces se llevan a cabo grandes campañas de evangelización hechas por predicadores famosos. Se gastan miles de dólares en organizarlas. Y cuando la campaña termina, se nos dan informes de grandes cantidades de convertidos. Los organizadores, entonces, preparan de nuevo sus maletas, guardan sus equipos y regresan a casa. ¿Y los nuevos convertidos? Quedan librados a su suerte. Todos sabemos lo que les va a pasar cuando regresen a casa. Si sus familias y amigos son inconversos, comenzarán a atacarlos y se irán de nuevo al mundo.

Lo mismo ocurre con las campañas médicas. Regalamos medicina, ropa, comida, pero, si todo eso no contribuye al establecimiento de una nueva iglesia, los resultados serán de muy poca duración. ¿Por qué? Porque en la comunidad no ha habido una verdadera transformación. ¿Qué dice la Palabra de Dios?: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6:33).

¿Pero qué ocurre cuando dejamos una iglesia establecida? Podemos regresar después de un año o de veinte y encontraremos que la Palabra de Dios sigue siendo proclamada en esa comunidad y las actividades socia- les también siguen, en el nombre de Jesús. Las campañas en sí no son malas, pero si no tienen como fin dejar una iglesia establecida, el valor será de muy corta duración. De la misma manera, obra social sin transformación también es de poca duración. Porque lo único que cambia el interior del hombre es la Palabra de Dios (Hebreos 4:12). No hacemos mucho con dar pan a un hombre, si no tocamos también su interior con la Palabra y con el Pan de Vida. Este hombre siempre tendrá la misma necesidad, hasta tanto que su interior no haya sido transformado por la Palabra de Dios.

La presencia de la iglesia garantiza la divulgación continua de la Palabra de Dios en cada comunidad donde quede establecida. Una de las principales funciones de una iglesia saludable es la proclamación de la Palabra. La Palabra de Dios es su alimento espiritual. Ella no puede vivir sin la Palabra; por lo tanto, mientras exista en la comunidad, la Palabra de Dios será siempre proclamada, pregonada y publicada.

8. La iglesia es la presencia corporal de Cristo en la comunidad

Usando como ejemplo el funcionamiento del cuerpo humano, el apóstol Pablo nos dice cómo debe funcionar una iglesia saludable. En un cuerpo vivo y sano todos sus miembros funcionan coordinadamente y todos tienen el mismo valor; así también en la iglesia de Cristo (1 Corintios 12). Pablo sigue diciéndoles a los colosenses que ese cuerpo que es la iglesia tiene como única cabeza a Cristo (1:18).

De esta manera, podemos decir que la manifestación física y espiritual de nuestro Señor Jesucristo en la comunidad se hace realidad a través de la presencia y acción de la iglesia.

Ahora bien, hay dos cosas que obligan a Jesús a mantener una relación y una conexión indisoluble e indivisible con la Iglesia. Las dos se presentan en la Biblia como metáforas:

a) Por ser su novia, y

b) Por ser su cuerpo

El novio trabaja para alcanzar una consistencia económica. Cuando lo logra, nada puede impedirle que se case con su prometida. Jesús nos dice: “Voy pues, a preparar un lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare un lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que dondequiera que yo estoy vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). La expresión “os tomaré a mí mismo” significa que tomará su propio cuerpo que es la Iglesia. ¡Qué bendición es saber que dondequiera que estemos como novia allí estará Él!

Nadie deja su cuerpo abandonado por ahí. Si alguien te pidiera una parte de tu cuerpo, ¿cuál le darías? Estoy seguro que ninguna. De la misma manera, Cristo cuida celosamente de su cuerpo con su Palabra y su Santo Espíritu a fin de mantenerlo sin mancha ni arruga e irreprensible. Ama tanto a la Iglesia que dio su vida por ella. A Pedro le dijo enfáticamente: “Ni las puertas del Hades prevalecerán contra la iglesia” (Mateo 16:18). Pablo recuerda a los efesios: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la cuida y la sustenta, como también Cristo a la iglesia (Efesios 5:29). Entonces, por ser la Iglesia novia y cuerpo de Jesucristo, dondequiera que esté allí estará Jesús en cuerpo y espíritu presente. “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mateo 18:20).

9. La iglesia es el medio que Dios utiliza para dar a conocer su sabiduría y su salvación

Los medios que Dios utiliza para darse a conocer son cuatro: 1) La naturaleza, 2) Las Sagradas Escrituras 3) La Iglesia y 4) Jesucristo. Este último ocupa el lugar de mayor importancia en la revelación de Dios. Pero el medio que Dios utiliza para la predicación de la Palabra y para hablar de Jesucristo, de su grandeza y de su poder es la Iglesia.

Nuestro Señor Jesucristo confió a la Iglesia la tarea de ir por el mundo proclamando el mensaje de salvación. La Iglesia es las manos, la boca, los pies y los oídos de Cristo. Por eso, es ella la que canaliza las necesidades del mundo y las trae a los pies de Cristo.

A la Iglesia se le encomendó la Gran Comisión de ir y proclamar el evangelio, de enseñar y bautizar. A la Iglesia fue que Jesús le hizo la promesa de que estaría con ella hasta el fin del mundo. La Iglesia es la presencia misma de Cristo con nosotros. Lo normal es que cuando la gente observe a la Iglesia y sus obras, vea a Jesucristo mismo a través de la vida de los creyentes.

En la Biblia encontramos el plan de la salvación; la naturaleza nos revela y nos dice que alguien sobrenatural hizo todo lo que existe; Jesucristo es Dios Hombre que vivió entre nosotros y nos dio a conocer al Padre. Pero la Iglesia, después de la partida de Cristo al cielo, es la que lleva el mensaje de la Biblia a todo el mundo. Por eso decimos que es importante establecer iglesias nuevas, porque es el medio que Dios utiliza para llevar su mensaje de salvación al mundo.

10. Las nuevas iglesias ayudan a cumplir más rápidamente la Gran Comisión

La encomienda de la Gran Comisión es: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). El apóstol Pablo hablando a los corintios les dice cómo el Espíritu de Dios reparte los dones en la Iglesia. El tercero de estos dones es el de “maestro”. Los maestros son los que forman y preparan a los discípulos. A los que salen a establecer iglesias Dios siem- pre les da este don de hacer discípulos.

Al plantar nuevas iglesias aseguramos centros de preparación de discípulos que discipularán a otros. La formación de los discípulos en la nueva obra es fundamental para que sea menos traumática la entrega de la antorcha al pastor que quede al frente de la nueva obra. Porque un buen sembrador actúa como Juan Bautista, que dijo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Por eso es importante la formación de nuevos discípulos inmediatamente que comience la obra. Porque es la forma que garantiza el crecimiento y la permanencia de ella. Por lo general, los que inician nuevas iglesias se marchan una vez que terminan de establecerlas. Los discípulos son los que siguen desarrollándolas. Otros medios de evangelización y discipulado no tienen la capacidad reproductora que tiene una iglesia nueva.

Entonces, plantar iglesias nuevas nos encamina en la tarea de ir y hacer discípulos. Fundar iglesias y hacer discípulos es la forma más segura de cumplir con la Gran Comisión.

Conclusión

Plantar nuevas iglesias es la tarea más noble y perdurable que un cristiano pueda realizar. Mi teoría es que, a fin de cuentas, la única obra indestructible es haber iniciado una iglesia. Aún después de muerto, habrá gente que seguirá agradecida por su vida y por haber compartido el mensaje de salvación; porque llegaron a conocer a Cristo gracias a la iglesia establecida por él. Cuando llegues al cielo, encontrarás a muchos salvos junto a ti, gracias a tu trabajo de plantar una nueva iglesia en la comunidad donde vivías. Estos frutos son irrebatibles. Satanás no podrá contra la Iglesia. Dice el Señor: “Ni las puertas del Hades prevalecerán contra ella”. Salgamos con esmero y ahínco a sembrar o a dar nuestro apoyo financiero y de tiempo a aquellos que salen como pioneros a sem- brar iglesias. Porque es la única inversión que tendrá una recompensa eterna. Porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo y su novia. Mientras Él viva, esta iglesia vivirá. Y como Él es eterno, también la Iglesia vivirá eternamente y para siempre.

lunes, 7 de febrero de 2022

MOTIVACIONES PARA GANAR ALMAS ( Alex Montoya)

 MOTIVACIONES PARA GANAR ALMAS 


La vasta mayoría de cristianos de nuestras iglesias no evangelizan, y durante el curso de sus vidas no llevarán un alma al Maestro. Algunos no evangelizan porque son ignorantes de la mecánica y esencia del evangelismo. La mayoría, sin embargo, no evangelizan porque carecen de la motivación adecuada para alcanzar a los perdidos. 

Las siguientes motivaciones, primero para el pastor y  luego para su pueblo en general, deberían provocar que los cristianos en general se involucraran en la sagrada y urgente tarea de llevar el evangelio a los perdidos. 

Motivaciones para el pastor 

Todas las motivaciones siguientes ciertamente son aplicables para todos los creyentes, los cuales debieran hacer todo esfuerzo por situarse en el plano más alto en obediencia a Cristo. No obstante, la necesidad de motivar al pastor es crucial porque él puede servir como catalizador para llamar a su pueblo a una vida de testimonio para el Salvador. 

Pastor, considere las siguientes motivaciones a fin de estar activamente involucrado en el evangelismo. Obediencia a Cristo. Como pastores bajo el Gran Pastor, los pastores están bajo la designación del Gran Pastor, y es su responsabilidad evangelizar a los perdidos. 

No solo son responsables de alimentar al rebaño, también deben incrementar el rebaño haciendo obra de evangelista. El gran motivo del apóstol Pablo para predicar el evangelio a los perdidos era su responsabilidad de cumplir con la administración que le había sido concedida por Cristo (1 Co 9.16-17). 

Green, en su grandioso libro Evangelismo en la Iglesia Primitiva, declara que, desde el principio, la obediencia a Cristo era un gran factor para motivar al cumplimiento de la gran comisión. Los cristianos primitivos sentían que era «su responsabilidad delante de Dios vivir vidas congruentes con su profesión… El reconocimiento de la responsabilidad personal ante Dios, el Juez soberano, era una prominente espuela para el evangelismo en la iglesia primitiva». 

El evangelismo para el pastor no es un don, ni es una opción. Es un mandato ¡que debe tener cuidado en obedecer! Amor de Cristo. Pablo presenta el amor de Cristo como una motivación para su ministerio cuando declara: «Porque el amor de Cristo nos constriñe (controla)» (2 Co 5.14). En los versículos siguientes, Pablo presenta varias razones de su perseverante ministerio de evangelización. Cristo nos ama, y ama el mundo por el cual murió, de manera que desea que el mundo sea redimido y reconciliado con Él. Por esa razón, los ministros de Cristo sirven como ministros de la reconciliación (2 Co 5.18-21). 

Se ha dicho con respecto a los cristianos primitivos: Estos hombres no extendieron su mensaje porque era conveniente para ellos que lo hicieran, ni porque era algo socialmente responsable que se debía hacer. No lo hicieron primordialmente por razones humanitarias o utilitarias. Lo hicieron por la sobrecogedora experiencia del amor de Dios que habían recibido por medio de Cristo. El descubrimiento de que la fuerza principal en el universo es amor, y de que este amor había descendido hasta el mismo nadir de la humillación por  bien de la humanidad, tuvo un efecto en quienes creyeron que nadie fue capaz de quitar.

El amor por Cristo nos motivará a alcanzar a la gente, del mismo modo que motivó a la iglesia primitiva. Si amamos a Cristo y si conocemos algo del amor de Cristo, estaremos involucrados en la suprema tarea de compartir el amor de Cristo con otros. ¿Cómo podemos atrevernos a hacer menos? 

Amor por la humanidad. Un amor genuino por los pecadores también incita al evangelismo. Las almas iluminadas con velos descubiertos, que han experimentado la regeneración, escapado del tormento eterno y recibido la promesa del Espíritu Santo, considerarán de forma natural la aterradora condición de sus conciudadanos. La compasión por los perdidos moverá los corazones de los cristianos a conseguir a los perdidos con el mismo remedio que alcanzó sus propias almas. 

El gran apóstol amó a sus compatriotas con un afecto tan profundo que su alma agonizaba por su salvación. Pablo testifica dos veces de su gran amor en su epístola a los romanos: 

  • «Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne» (Ro 9.2-3). 
  • «Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación» (Ro 10.1). 
¡Qué amor! ¡Qué celo! La evangelización tiene sus raíces en el amor por los pecadores. El amor impulsó a Dios (Jn 3.16), el amor impulsó a Cristo (Lc 19.10) y el amor impulsó también a la iglesia primitiva. 

"Pero estos cristianos primitivos creían implícitamente que Jesús era la única esperanza para el mundo, el único camino a Dios para la raza humana. Ahora, si tú crees que fuera de Cristo no hay esperanza, es imposible poseer un átomo de amor humano y bondad sin ser asido por un gran deseo de traer a la gente a este camino de salvación. 

No nos sorprende, por tanto, hallar que la preocupación por el estado de los no evangelizados fuera una gran fuerza que motivara la predicación cristiana del evangelio en la iglesia primitiva. Es una gran contradicción ser llamado hijo de Dios—aun peor, ministro cristiano—sin tener amor por las almas. 

Packer dice: «El deseo de ganar a los perdidos para Cristo, debe ser… la fluidez espontánea y natural que surge del corazón de todo aquel que ha nacido de nuevo… Permítanme enfatizar nuevamente: si nosotros hemos conocido algo del amor de Cristo por nosotros, y si nuestros corazones han sentido cierta medida de gratitud por la gracia que nos ha salvado de la muerte y el infierno, entonces esta actitud de compasión y cuidado por nuestros necesitados conciudadanos tendrá que venir a nosotros de manera espontánea y natural».

En un libro como éste, es conveniente encender el fuego por el evangelismo en aquellos que deben ser la vanguardia de la iglesia en el rescate de almas del fuego del infierno. ¿Somos ministros con amor por los perdidos? ¿Nos sentimos cargados y preocupados por nuestros conciudadanos? El siguiente párrafo debiera incitar al ministro para alcanzar a otros: Un liderazgo compasivo en los movimientos cristianos del mundo es ahora nuestra mayor necesidad. Todo nicho de este mundo perdido necesita el ministerio de un alma encendida, ardiendo y alumbrando, con la sangre caliente por el celo y la convicción de un evangelio conquistador. La podredumbre de la sequía espiritual es peor que la plaga de Egipto y que las tormentas de mil Saharas para las iglesias de Jesucristo a través del mundo. 

A menudo el ministro se encuentra en una rutina, secándose, viviendo una vida profesional, sin poder, sin merecer ser ministro porque no tiene pasión por Dios ni por las almas, ni poder para un servicio eficaz. Que nuestro Dios encienda el fuego sagrado del evangelismo en todas nuestras iglesias y púlpitos que sean necesarios.

Motivaciones para el pueblo 

Después de motivar al pastor a la evangelización, la segunda gran necesidad es motivar las filas de cristianos para que se involucren en esta vital labor de ganar almas. El cristiano promedio necesita estar quemándose con un celo ardiente por las almas perdidas. 

«¡Cuán enorme, maravilloso y glorioso sería el resultado», manifiesta Torrey, «si todos los cristianos comenzaran a ser trabajadores activos en la medida de sus habilidades!».

De hecho, los momentos más grandiosos de expansión en la historia de la iglesia han venido por medio de esfuerzos realizados por las multitud de creyentes sencillos. El historiador cristiano Latourette declara: «Los agentes principales en la expansión del cristianismo parece que no han sido quienes lo convirtieron en una profesión para sí mismos en la mayor parte de su ocupación, sino hombres y mujeres que llevaron su vida de cierta manera secular y hablaron de su fe a quienes se encontraban en ese ambiente natural». 

Los líderes de la iglesia necesitan movilizarse, motivar, equipar y soltar sus iglesias en las comunidades paganas donde se encuentren. El evangelismo nunca ha sido ni puede ser únicamente del profesional, del pastor o de unos cuantos seleccionados. Es la prerrogativa y privilegio de las multitudes en nuestras iglesias, aunque necesitan ser equipados y motivados para hacer el trabajo. 

Algunos creyentes no evangelizan porque nunca han recibido instrucción sobre cómo evangelizar. Otros no evangelizan debido a que nunca han visto la necesidad de evangelizar. Incluso otros no mantienen una parte activa en el evangelismo porque no tienen nuevas oportunidades para compartir su fe. 

Todo pastor debe motivar la actividad evangelística en sus parroquianos, entrenarlos y cuidar que lo hacen

¿Qué puede hacer el pastor para motivar a su gente? 

Considere cinco sugerencias para lograrlo. 

1. El pastor motiva por medio de su ejemplo. El Señor dijo a sus discípulos: «Venid en pos de Mí, y Yo os haré pescadores de hombres» (Mt 4.19). Jesús hizo la obra de evangelismo, y a la vez dio a sus discípulos una demostración de cómo evangelizar y una motivación para hacerlo. 

Coleman asevera con relación a los hábitos del Señor: «Por medio de esta demostración personal, cada aspecto de la disciplina personal en la vida de Jesús fue legado a sus discípulos, pero lo que puede haber sido lo más importante a la luz de su propósito último es que se mantuvo enseñándoles cómo ganar almas todo el tiempo». 

Si un pastor gana almas, al hacerlo animará a su gente a que ganen almas por medio de su ejemplo. Spurgeon escribe en su clásico El ganador de Almas: «Nosotros debemos dar siempre un ejemplo honesto. Estoy seguro de que un pastor perezoso no tendrá una iglesia con un celo vivo. Un hombre que es indiferente, o que hace su trabajo tomándolo lo más fácil posible, no puede esperar estar rodeado de gente deseosa de ganar almas».

¿Estamos involucrados en el tema de ganar almas? ¿Nos sentimos frustrados porque nuestra gente es perezosa y apática a la hora de alcanzar a otros? Tal vez debemos encender las ascuas nosotros mismos. Entonces nuestra gente seguirá el ejemplo. 

2 . El pastor motiva por sus expectativas. La mayoría de la conducta es aprendida. De ahí que, en evangelismo, la gente hará eventualmente lo que se espera de ellos. El evangelismo no es prominente en las epístolas del NT. Es como si Dios esperara que su gente evangelice sin constantes recordatorios. Necesitamos responder a dicha expectativa y comunicar esa actitud a la congregación. Las referencias excesivas a todos los obstáculos que encontramos en el proceso de la evangelización y una continua mención de las dificultades de la tarea solo extinguirán las llamas de los más ardientes ganadores de almas; tampoco servirán para motivar a los más tímidos. 

3. El pastor motiva por sus exhortaciones. El pastor como voz principal es  también el mejor motivador, y tiene que hacer uso de su carisma en el púlpito para animar a la gente a ganar almas. Los sermones sobre evangelismo personal deben sazonar la agenda anual de la predicación. Una serie de sermones sobre evangelismo produce maravillas para motivar los corazones a ganar almas con pasión. El predicador no debe temer inmiscuirse en la soberanía de Dios, o poner una carga de culpa en su gente. Si no se preocupan lo suficiente por otros como para anunciarles la gracia salvadora de Cristo, necesitan sentirse culpables porque, de hecho, son culpables de desobediencia a la Gran Comisión. 

Como pastores y predicadores, necesitamos tales exhortaciones relativas a ganar almas; cuánto más el cristiano promedio, cuyo corazón está endurecido por el contacto diario con un mundo pecador. Mantengámoslos con amables pero solemnes recordatorios de los peligros de la incredulidad y el poder transformador del evangelio. 

4. El pastor motiva con la alegría de nuevos convertidos. El mejor modo de preparar la bomba del evangelismo es añadiendo nuevos creyentes a la iglesia. Así como un recién nacido añade alegría a un hogar, también lo hace un nuevo convertido a la iglesia. El testimonio de una vida cambiada, la demostración visible del poder del evangelio, la inocencia y sinceridad de un nuevo cristiano, todo esto puede crear un vigor renovado por las almas perdidas. 

A menudo es el (la) nuevo cristiano quien dirige la carga por un mundo perdido. Los nuevos creyentes introducen nuevos rostros cuando presentan ante la iglesia a sus amigos y familiares que necesitan al Salvador. El pastor necesita utilizar sabiamente este celo y alegría para promover una renovación en el evangelismo. 

5. El pastor motiva promoviendo unos esfuerzos evangelísticos especiales. Aun en las mejores circunstancias, las iglesias pueden alcanzar un punto donde el número de gente perdida accesible para la iglesia disminuye dramáticamente. Se requieren esfuerzos especiales para proveer a los cristianos oportunidades nuevas para compartir su fe. Éstas pueden ser en forma de reuniones evangelísticas en la iglesia o en sitios donde se conduzca el evangelismo, cruzadas para toda la ciudad, estudios bíblicos evangelísticos en los hogares, campañas de distribución de literatura, viajes misioneros de corto plazo, programas deportivos de evangelización y actividades similares. 

El punto aquí es que no solo se hagan los eventos; necesitan planificación y promoción, y normalmente eso comienza con el pastor o los líderes de la iglesia. Aquí tenemos una excelente y motivadora forma para lograr que una gran porción de la iglesia se involucre en el evangelismo, pero la clave es, de nuevo, el pastor. 

Estos eventos necesitan su apoyo y su agresiva ratificación. Es indudable que el celo evangelístico de la iglesia se relaciona directamente con el fervor evangelístico del liderazgo de la iglesia. Nuestro Señor fue  evangelista. Los apóstoles fueron evangelistas. Los primeros discípulos de los apóstoles también fueron evangelistas (Hch 6.8; 8.5). Los primeros misioneros fueron evangelistas. Podemos asumir que todos los líderes de la iglesia tenían amor por las almas. ¿No deberían tener lo mismo los líderes de la iglesia de hoy? ¿No deberían ser los promotores principales de evangelismo en la congregación de los santos?

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